Llevamos unos años acostumbrados a las giras de aniversarios. Bien sea para celebrar carreras longevas, aunque no queden miembros originales o estos se reduzcan a mínimos, celebrar discos importantes e incluso reuniones que pensábamos imposibles. Es el caso de la banda que nos atañe.
The Meteors volvían, treinta y tres años después a la ciudad del Ebro. Aquello fue en la mítica sala M-Tro, que nos recordaba algún asistente a dicho concierto, que aún disfruta de la música en directo en Zaragoza.
The Meteors celebraban sus cuarenta años , siendo los auto proclamados reyes del psychobilly (fusión del punk rock y el rockabilly)
La afluencia fue buena, debido a ello, nos apresuramos a alcanzar la primera fila, de cara a tener una posición privilegiada , para no perdernos detalle. Lo primero que destaco es el inicio del concierto. Se retrasó hora y media. Mas tarde nos enteramos que, cinco minutos antes de salir al escenario de La Casa del Loco, Paul Fenech, el único miembro original que queda del combo británico, no quería salir, sin causas justificadas, más que un alarde de caprichos de vieja gloria. Esto no lo sabía la afluencia, que esperó con impaciencia la aparición de la banda. Al final, después de hora y media, por fin se dignaron a tocar.
Desde el principio, no se le vio cómodo en el escenario al único superviviente original de la banda, ya que daba la sensación de, que en cualquier momento, el concierto podía acabar y que quería ventilarse el repertorio, lo antes posible. los temas fueron sonando uno tras otro, sin descanso, algo que hacía difícil distinguir la canción que estábamos escuchando. El único respiro que tomamos fue cuando rompió una cuerda de la guitarra, que enseguida solucionó.
No llegó a una hora de concierto cuando se bajaron del escenario, para subir a regañadientes, para tocar otro tema más, para completar la hora. Aunque les dieron la opción de tocar un tema más, lo rechazaron rotundamente.
Lamentablemente este evento no será recordado por lo musical, si no mas bien una manera extraña de celebrar cuarenta años de carrera, dando conciertos rácanos y faltando el respeto a los que pagaron su buena entrada. Muchos deberían de aprender de otros grupos que sí respetan a sus seguidores.
Otro tema, fueron las malas formas que utilizaron, por ejemplo, para no dejarnos a los fotógrafos, que íbamos a trabajar para ilustrar nuestras crónicas. Al minuto, ya lo tuvimos que dejar, cuando vimos luces y aspavientos, que venían del lateral, por parte de la crew de la banda que se lo comunicaban al promotor , que fue el que nos comunicó que no querían fotos. Normalmente, estas situaciones, se comentan antes del concierto, dejando tres temas, cuatro o los que sean, o incluso ninguno, pero se comunica con educación, algo que por lo visto, dejaron en las islas británicas. Aquí no acabó el despropósito, nada más abandonar nuestras posiciones, apareció un grupo de unos seis individuos que empezaron a bailar pogos , eso si, sólo entre ellos, marcando el territorio y haciéndose dueños del centro de la sala.
En definitiva, una pena que una banda que lleva tantos años, en vez de intentar llegar a más gente, o por lo menos, hacer un concierto digno, le puedan las malas formas y no le importe que el recuerdo que se lleva el público sea nefasto, por lo menos, para los que se dieron cuenta del engaño. Por supuesto, nada tiene que ver con la organización, que como siempre estuvo de diez.
Me parece que no los volveremos a ver por aquí, ni falta que hace. Bye Bye, old death glory
Texto Vicente J. Cabello
